CUENTA
CON NOSOTROS.
-¿En
qué piensas?- le dijo Anabel con cara de preocupación. Y es que
Alfonso últimamente estaba siempre en las nubes con la mirada
perdida pensando en, sabe Dios qué.
-¡Fonsi!,-
le dijo su madre de nuevo- ¡Que te estoy hablando!
-¿Queeeé...?-
contestó de mal humor- En mis cosas.
Hacía
algunas semanas que los padres de Alfonso habían observado una
actitud en él que no les gustaba nada. Por las mañanas, antes de ir
al colegio, siempre estaba cabizbajo, sin ganas casi ni de dar los
buenos días. Desayunaba, día sí día no, sólo un vaso de
manzanilla porque se quejaba de dolor de barriga. Sin embargo, a la
vuelta del colegio era otro Alfonso totalmente distinto. Llegaba
enfadado, con mucho genio y se molestaba por cualquier cosa que le
dijeran. Pero todavía faltaba un tercer Alfonso: el de los fines de
semana. Éste era el de siempre: un chico amable, responsable , con
ganas de ayudar en casa, colaborando en las tareas del hogar, y que
salía con sus amigos del barrio, a los que conocía desde que tenía
conciencia de ser quién era.
Los
dolores de barriga hicieron que su pediatra le mandase algunas
pruebas, entre ellas una ecografía. La conclusión del doctor fue:
“No existe ningún problema físico por el que preocuparse”.
Así
pues, quedaban por descartar otro tipo de problemas.
-Roberto,
he pedido cita para una tutoría el próximo lunes con doña Eloísa.
-Mamá,
otra vez estás con eso. Te he dicho que voy bien en el colegio y que
lo llevo todo aprobado.
-Fonsi,
no te pongas así. También los padres queremos que nos regalen el
oído cuando nos toca un hijo estudioso y responsable- contestó su
padre, haciéndole un guiño a Anabel, sin que lo viera Alfonso.
Alfonso
insistía en su negativa:-El lunes papá no puede, así que lo
tendréis que dejar para la semana siguiente... no para la otra
porque tenemos excursión... o quizás para el mes que viene...no
tengáis prisa.
Aquella
respuesta de Alfonso preocupaba más, si cabe, a sus padres: ¿Por
qué no querría un chico que cumple tan bien con sus
responsabilidades y tareas escolares que sus padres fueran al
colegio para hablar de él con su tutora?
Eran
las cuatro de la mañana cuando de repente se empezaron a sentir
gritos. Anabel y Roberto se despertaron sobresaltados. Los gritos
provenían de la habitación de Alfonso.
-¡Fonsi!,
¡Fonsi!, ¡Despierta! ¿Qué te pasa, hijo?
-¿Qué
estás soñando?
-¿Qué,
qué,...qué pasa?- dijo aturdido Alfonso.
-Estabas
gritando en sueños. Era una pesadilla. Tranquilízate, cariño.
-¡Mamá,
no puedo más!. Estoy muy agobiado- dijo Alfonso muy alterado,
mientras su respiración era cada vez más agitada.
-Fonsi,
hijo, desahógate y cuéntanoslo cariño. Así no puedes seguir. Sea
lo que sea, todo tiene solución y nos tienes a nosotros para
ayudarte.
-Claro
que sí, hijo. Siempre estaremos contigo.
Aquel
abrazo de tres hizo a Alfonso tranquilizarse y sentirse
reconfortado. Un fuerte suspiro le llevó a la calma. Cogió aire y
contó lo que le ocurría.
Pasó
cerca de un mes desde aquella pesadilla y ya sólo quedaba un
Alfonso: el de los fines de semana. Anabel y Roberto ya no incluían
en la lista de la compra la manzanilla. Los “buenos días” iban
acompañados de beso matinal incluído. Y lo mejor de todo: el gesto
y la expresión en la cara de Alfonso se relajaron, los malos modos
desaparecieron y, salvo alguna rabieta que otra, se notaba que
Alfonso era feliz.
Eso
sí, de vez en cuando se hacía una pregunta: -¿Por qué no contaría
antes lo que me pasaba?
que guay Posdata sabeisss saaaabeeeeiiiisss no enserio lo saveis aaaaaaa TRABAJO ZEGURO OZEA
ResponderEliminarHOLAAA ZOY AGUSTIN POSDATA SABBEIIIS SSSAAABBEEEIIISSSSS.NO ENSERIO ALGUIEN LO SAVE VALE O DIRE AAAAAAAAAAAAAAAAA TRABAJO ZEGURO OZEA
ResponderEliminarHola soy Isabel Daniela seño la lectura me ha dejado con ganas de saber que le pasa a Alfonso
ResponderEliminarQue guapa eres daniela un saludo samuel
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